Los que pronto seréis residentes en Jardines del Lago sabéis lo mucho que nos gusta manteneros informados sobre las diferentes actividades, eventos y lugares que podéis visitar. Y por eso hoy queremos introduciros en uno de los mercados más antiguos, el de la sal. Llevamos muchos años comercializando con este producto del que realmente sabemos muy poco, a parte de dejarnos unas vistas de infarto cuando se evapora el agua y quedan las conocidas como el antiguamente llamado Oro blanco, aunque actualmente se las conoce como “salinas”.
¿Pero realmente cuánto tiempo llevamos utilizando la sal? ¿Nos hemos parado realmente a pensarlo? Para muchos puede ser un elemento más de la cocina que se usa para darle sabor a la comida, pero su uso va más allá.
La sal se viene usando desde la época de los fenicios, pasando por los romanos y los árabes hasta llegar a nuestros días. Al principio fue usado como conservante de alimentos. Pero a lo largo de la historia gaditana, la Bahía de Cádiz, fuente de sal, ha sido modificada para aprovechar la extracción de este mineral.
Una bahía especial
La bahía de Cádiz se caracteriza por su amplio ciclo mareal. Esto convierte a la bahía en un lugar históricamente privilegiado. Ya que la suma de las horas de insolación con el índice de temperaturas, el viento (mayoritariamente de levante) y el nivel de precipitaciones permite el proceso de evaporación del agua marina.
Todo esto ha permitido también el mantenimiento de la rica biodiversidad del Parque Natural de la Bahía de Cádiz.
Las salinas a lo largo de la historia
Como las salinas es algo que ha estado presente a lo largo de muchos siglos en la península, siempre hay algunos datos curiosos para contar:
Como por ejemplo que la sal fue determinante en el desarrollo de las civilizaciones hasta la aparición de la industria del frío que hizo decaer su consumo. A pesar de ello fue conocida como el oro blanco debido a su gran valor.
O que el vocablo “salario” proviene del solarium argentum, cantidad especial de sal dada a los legionarios romanos como modo de pago por sus servicios.
Durante el periodo de transición entre la Edad Media y la Edad moderna, el Puerto de Santa María, dependiente de la jurisdicción del duque de Medinaceli, era el principal foco productor de sal en la Bahía de Cádiz.
La sal era un elemento tan requerido en el sector pesquero (sobre todo en el almadrabero) que a pesar de contar con salinas propias en Tarifa, San Fernando, Rota y Sanlúcar de Barrameda, la casa ducal de Medina Sidonia tenía que pedir grandes partidas de sal para poder abastecer a todo el mundo.
En 1567 el rey Felipe II decidió por Orden Real, incorporar directamente a la corona todas las salinas del reino. A excepción de las salinas andaluzas, que permanecieron privatizadas toda la Edad Moderna. Esto beneficiaba sobre todo a los comerciantes extranjeros, ya que se libraban de la obligación de pagar impuestos.
Con todo, las salinas eran un negocio, y uno que atravesó por muchos altibajos, hasta que en 1935 la crisis acabó siendo una realidad y se abandonaron la mayoría de las salinas tradicionales andaluzas. Hoy en día quedan muy pocas, ya que la mayoría de las salinas han sido transformadas para la acuicultura intensiva o semiintesiva. O bien han desaparecido por la fosilización, debido a los continuos rellenos que se ha practicado para ganar terreno industrial y urbano.
Tipos de salinas
Dependiendo del tipo de tratamiento usado, la sal se puede extraer de diferentes formas, más principales son:
Estero: una extensa laguna con distintos niveles de profundidad donde se almacena el agua.
Lucio, vueltas de retenida y vueltas de periquillo: laberintos de esteros que facilitan la evaporación del agua.
Tajería o cristalizador: formados por balsas de agua donde se produce la cristalización de la sal.
Las salinas en el futuro
¿Qué hacer con este oro blanco en la actualidad? Las salinas tradicionales buscan su lugar en el mundo moderno. Tienen que adaptarse y transformarse para poder sobrevivir en él. Actualmente la Salina de San Vicente es una de las seis salinas españolas (y la única en Cádiz) que producen flor de sal con los medios tradicionales.
Algunas de las propuestas son las de aprovechar el turismo ornitológico, ya que la Salina de la Esperanza es una para obligatoria para los amantes de las aves. El 80% de las parejas de chorlitejo patinegro, escoge este espacio para poner sus nidos. Otra de ellas es hacer unos baños termales en las mismas salinas, como un spa al aire libre con baños de esteros, barro y masajes.
También hay que destacar el Museo de la Sal de Chiclana que consta de una exposición permanente que permite descubrir al visitante el Parque Natural de La Bahía de Cádiz en general y sus salinas en particular.
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